Los discursos de Biden y de Putin escalan las provocaciones

La guerra en Ucrania.

Biden y Putin en 2021, antes de la guerra

El pasado 21 de febrero, el presidente de los Estados Unidos (EE.UU.), Joe Biden, pronunció un discurso en Varsovia. El día siguiente, ante la Duma (parlamento de la Federación Rusa), Vladimir Putin expuso su discurso del “estado de la nación”. Puede decirse que ambos discursos fueron simétricos: tanto los EE.UU. como Rusia declararon su decisión de proseguir la guerra de Ucrania “hasta la victoria final”. Es decir, hasta la destrucción completa de Ucrania. Todo ello al coste de casi mil muertos diarios, de la destrucción de la industria europea y del empobrecimiento de la clase trabajadora de todo el mundo.

Biden -que el día anterior hizo una visita sorpresa a Kiev, donde prometió al presidente ucraniano, Vladimir Zelensky, más apoyo- dijo en Varsovia que “cuando Rusia invadió Ucrania, no era sólo una prueba para Ucrania, sino para todo el mundo. También era una prueba para Europa, para Estados Unidos. Para la Otan. Para todas las democracias”. Y presumió de la unidad conseguida (es decir, de la sumisión de todos los miembros de la Otan a los intereses de los EE.UU.): “No tiene que haber ninguna duda: nuestro apoyo a Ucrania será inquebrantable (…) Ucrania seguirá luchando. EE.UU. y nuestros aliados seguiremos ayudando a Ucrania a autodefenderse”. Y Putin respondió: “Quiero repetir esto: fueron ellos quienes desencadenaron la guerra, y nosotros usamos la fuerza y ​​la usamos para detenerla”.

Cada uno de ellos habló de las amenazas que supone el otro. Para Biden, existe “una brutalidad extraordinaria de las fuerzas y del ejército ruso. Han cometido atrocidades, crímenes contra la Humanidad, sin vergüenza”. Para Putin, “es bien conocido por todos: ningún país en el mundo tiene tal cantidad de bases militares en el extranjero como los Estados Unidos de América (…) Según los propios expertos estadounidenses, a raíz de las guerras (…) que Estados Unidos desató después de 2001, casi 900 mil personas murieron, más de 38 millones se convirtieron en refugiados”.

Ambos presidentes, embarcados en una escalada militar que no parece tener fin, amenazaron al contrario. Biden dijo “que no haya ninguna duda: el compromiso de EE.UU. con la alianza de la Otan y con el artículo 5 [que estipula considerar un ataque militar contra un país miembro como un ataque a todos los miembros de la alianza] es algo tan sólido como una roca”. Y Putin señaló que “las élites de Occidente no ocultan su objetivo: (…) ‘la derrota estratégica de Rusia’ (…) pretenden trasladar un conflicto local a una fase de confrontación global. Así entendemos todo esto y reaccionaremos en consecuencia, porque en este caso estamos hablando de la existencia de nuestro país”.

Biden presumió de haber eliminado al competidor ruso en la lucha por hacerse con el mercado del gas, diciendo que Putin “creía que podía utilizar la energía como un arma. Pues al contrario: estamos trabajando juntos para ser independientes. Para que Europa sea independiente de los combustibles fósiles de Rusia”. Y, para ello, Europa pagua el doble por el gas licuado extraído en los EE.UU. por medio de fracking y transportado en barcos que liberan miles de toneladas de dióxido de carbono. Y Putin respondió explicando que la economía rusa ha sobrevivido al boicot y las sanciones, ha buscado nuevos mercados y se propone nuevas inversiones.

Finalmente, ambos recurrieron a la religión para justificar su escalada militar. Biden dijo “que Dios os bendiga a todos. Que Dios proteja nuestras tropas y que Dios bendiga a los héroes de Ucrania y a todos aquellos que defienden la libertad en el mundo”. Putin no se quedó atrás: “no dejan de atacar nuestra cultura, la Iglesia Ortodoxa Rusa y otras organizaciones religiosas tradicionales de nuestro país. Ahora, allí, en el frente, luchan combatientes de todas las regiones y rezan en idiomas diferentes, pero todos están unidos por el deseo de ganar por la patria”.

Ni el representante de los intereses de Wall Street ni el defensor de los intereses de los oligarcas rusos van a cesar en la escalada militar del conflicto que mantienen. No les va a detener la destrucción de Ucrania, la muerte de miles de jóvenes rusos y ucranianos y la ruina creciente de Europa. Como en 1914-18, hay gente que se reclama de la izquierda, pero que se pone del lado del militarismo de sus gobiernos. Pero solo los pueblos, con su movilización, pueden parar la guerra.

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